Rosa María y Pedro Regalado Rodríguez inauguraron el 28 de mayo de 1985 el restaurante que hoy en día continúan gestionando sus cuatro hijos
El próximo 28 de mayo, el Restaurante Plaza de San Rafael cumple 40 años desde su apertura. Fundado por Rosa María María y Pedro Regalado Rodríguez Bermejo, este negocio familiar no solo ha sido parte de la vida del municipio, sino también el hogar y proyecto de toda una familia: Rosa y sus cuatro hijos: Pedro, César, José y Jaime han mantenido con orgullo y esfuerzo un restaurante que se ha convertido en un emblema de San Rafael.
P: Rosa, jefa del restaurante y alma mater del proyecto, ¿qué balance haces de estos 40 años?:
R (Rosa): Pues, de mucho trabajo, mucho sacrificio, y de tirar adelante con mis hijos. Mis hijos, también desde muy pequeños, estaban en la barra, iban al colegio y volvían aquí. Mucho trabajo hemos tenido, tanto mi marido como yo, y mis cuatro hijos.
P: Pedro, ¿para ti qué supone este 40 aniversario?:
R (Pedro): Cuando echo la vista atrás y recuerdo cómo empezamos, con aquel bar que era… Primero fue Casa Felisa, luego el Bar España, y cómo nos metimos aquí, cómo lo reformamos… Cada reforma que se ha hecho, todo lo que hemos vivido para llegar hasta aquí. Como dice mi madre, ha sido mucho trabajo, no parar de evolucionar, de intentar ser siempre una referencia en el pueblo. Siempre se nos ha tenido en cuenta, y es una gran satisfacción poder seguir aquí y seguir tirando para adelante.
P: César, ¿qué recuerdas tú de esos primeros años? ¿Qué te viene a la mente si te pregunto por ese 28 de mayo o por esos primeros meses de trabajo en el restaurante?:
R (César): Me viene a la cabeza la primera vez que mi padre lo cogió. Estábamos ahí quitando pintura con espátula en las habitaciones, tirando los muros de la zona del bar. Recuerdo que me subía por las estanterías para alcanzar las botellas porque no llegaba. Era gracioso, pero también mucho trabajo. Es un orgullo haber llegado a los cuarenta años, que se dice pronto, pero cuesta mucho, en todos los sentidos.
P: José, ¿y tú? ¿Qué recuerdas de aquella época, del 28 de mayo de hace cuarenta años?:
R (José): Yo era pequeño. Empecé el colegio ese año. Cuando nos bajamos aquí a vivir, yo tenía cuatro para cinco. Empecé el colegio en septiembre. Me acuerdo también de lo que decía mi hermano de subirme a una caja para llegar a la barra. Cuando limpiaba el fondo de la barra, no llegaba. Era muy pequeño, así que cogías una caja y te subías para poder limpiar bien.
P: Jaime, ¿tú habías nacido ya en aquella época?:
R (Jaime): Sí, yo sí, aunque no lo recuerdo. Cuando nos bajamos aquí no tengo recuerdos, pero este restaurante para mí es mi vida. Nací aquí, me crie aquí. Al principio era como el juguete de los clientes, y ahora me siento muy orgulloso y contento de poder seguir aquí. Parece que no, pero ha sido difícil, aunque también muy satisfactorio.
P: Rosa, ¿cómo era el restaurante Plaza hace 40 años?:
R (Rosa): Era todo muy viejo. El bar era de otras personas, el restaurante era pequeño, y la cocina era de la señora Felisa. El bar era de los “Castropoles” y los “Postiguillos”. Las habitaciones tenían los techos muy altos, las puertas también. Los cordones de la luz eran trenzados, antiguos, y las llaves también. Lo fuimos reformando poco a poco, con mucho sacrificio. Las habitaciones tenían cuarenta capas de pintura, cuarenta papeles, y teníamos que raspar todo. Cada año hacíamos una cosa. Así, hasta tener esto que tenemos ahora, que para mí es un orgullo muy grande, sobre todo, por mis cuatro hijos.
P: ¿Empezó como hostal y restaurante?:
R (Rosa): Sí, empezó como hostal y restaurante. La cocina era una cosa muy pequeñita, y el restaurante también. Pero teníamos bar, restaurante, cocina, y las habitaciones. Era una pensión. Poco a poco fuimos comprando, primero a la señora Felisa, luego a los Postiguillos, luego lo de atrás, que eran casuchas. Lo fuimos agregando todo y ahora es lo que veis aquí. Con mucho sacrificio, mucho trabajo, de mi marido, de mis hijos y mío.
P: Pedro, tú eres el mayor. ¿Cómo ha evolucionado todo esto?:
R (Pedro): Cuando abrimos como pensión, las habitaciones tenían un solo baño por planta. Mi padre sabía que eso no iba a funcionar y enseguida metió baños dentro. Recuerdo que en una habitación incluso puso bañera, lavabo… Todo reformado por él. Había ocho habitaciones. Ahora hay seis. Antes las habitaciones eran grandes, con salas, y dormían cuatro personas juntas, aunque no se conocieran. Nosotros eso lo quitamos. También nos mudamos aquí a vivir porque, al tener pensión, había que estar siempre. Dejamos nuestra casa, la que habían hecho mis padres, y nos vinimos a vivir a dos habitaciones dentro del restaurante. Mis padres dormían en una sin puerta, pegada a la nuestra. No había intimidad, pero era lo que tocaba.
P: César, ¿cómo está el restaurante Plaza hoy? ¿Cuántas comidas dais? ¿Cómo funciona actualmente?:
R (César): Ahora el volumen no tiene nada que ver. Tenemos dos salones grandes, dos terrazas: una en la calle y otra en terreno propio, que compramos en plena pandemia, arriesgándonos mucho. Entre semana el volumen baja, como en todos los sitios, y en invierno más. Pero en verano tenemos bastante trabajo. Solemos llenar los fines de semana. Si llenamos todos los espacios, podemos dar entre 200 y 250 comidas.
P: Rosa, ¿qué piensas cuando ves que ahora dais 250 comidas?:
R (Rosa): Un orgullo. Yo ya no estoy tanto en la cocina, pero me levanto a las seis y cuarto de la mañana, y a las siete ya estoy cocinando. Me gusta estar sola en mi cocina, con la radio. A lo mejor mis hijos no quieren que siga por mi edad, pero mientras pueda, seguiré ayudándoles en todo lo que pueda.
P: José, ¿cuáles han sido los platos más típicos, los más demandados?:
R (José): Han cambiado mucho. Cuando empezamos, mi madre hacía muchísimas hamburguesas. Luego metimos las baguettes, y más tarde las carnes a la brasa. Ahora nuestro plato estrella es el cachopo. Hemos ido a Asturias varias veces a competir, y hemos sido finalistas dos veces y dos segundos premios. También se venden mucho los chuletones y toda la carne a la brasa.
P: Jaime, tú eres el encargado de hacer los cachopos. ¿Qué tienen de especial?:
R (Jaime): Empezamos a hacerlos después de unas vacaciones en Asturias. Nos encantaron y dijimos: “Vamos a hacerlos aquí”. Y nos salieron bien. Lo especial es que usamos producto local de mucha calidad, y todo está hecho a mano. Los rellenos los hacemos entre todos. Todo es natural, como digo, de mucha calidad, pero lo especial es que todo esta hecho por nosotros.
P: ¿Qué ha supuesto asumir este negocio como hermanos? ¿Qué dificultades y beneficios tiene?:
R (José): Cuando trabajas en familia, tienes lo bueno y lo malo. Hay confianza, y eso a veces hace que digas cosas que no deberías. Pero cuando hay un problema serio, sabes que puedes contar con los demás. Dividimos las tareas y nos apoyamos. No hay una sola persona que mande, lo decidimos todo entre todos, y eso a veces cuesta, pero suele dar buenos resultados.
P: También gestionáis otros establecimientos, ¿no?:
R (César): Sí, además del restaurante tenemos un bar (el Bar Orly), una discoteca (Kadampa), y una casa rural (La Rosa de Pedro). Todo relacionado con la hostelería. Nos repartimos, cada uno lleva una cosa, pero si uno necesita apoyo, ahí estamos todos. Lo aprendimos de nuestro padre: no quedarse quieto, siempre crecer, aunque sea duro.
P: Pedro, ¿cómo ha cambiado San Rafael en estos 40 años?:
R (Pedro): Ha cambiado bastante. Antes en invierno el pueblo se vaciaba. Hoy hay más gente que vive aquí y trabaja fuera. Estamos bien comunicados, cerca de Madrid, Ávila, Segovia… Eso ha ayudado a que el negocio funcione también entre semana.
P: ¿Y cómo ha evolucionado la hostelería?:
R (Pedro): Ha cambiado mucho también. Antes había más bares familiares, ahora cada vez hay menos. Es un trabajo duro, se trabaja cuando otros descansan. Muchas veces nuestras parejas tienen que hacer vida familiar solas. Pero también es muy bonito, porque tienes relación directa con la gente, y haces amigos que empiezan como clientes.
P: Os voy a decir una serie de palabras a cada uno y me tenéis que contestar con lo que os venga a la mente. Jaime: “Cachopo”:
R (Jaime): Éxito. No pensé que tendría tanto reconocimiento.
P: José, “Hostelería”:
(R) (José): Mi vida. Para lo bueno y para lo malo.
P: César, “Restaurante Plaza”:
R (César): Trabajo, sacrificio, y muchas alegrías.
P: Pedro, “San Rafael”:
R (Pedro): Es nuestro pueblo. Nos ha visto crecer, nos ha apoyado siempre.
P: Rosa, si te digo “Pedro Regalado Rodríguez Bermejo”:
R (Rosa): Mi compañero. Muy trabajador. Estuvimos juntos hasta que falleció en 2002. Hicimos todo juntos. Cuando abrimos, tuvimos que pedir 200.000 pesetas prestadas. Pero con trabajo salimos adelante. Estoy muy orgullosa de lo que hicimos.
P: Para terminar, ¿qué le diríais a vuestros clientes?:
R (Pedro): Gracias por seguir viniendo. Este restaurante es nuestra casa, y cuando alguien se va contento y vuelve, eso te da fuerza. Nos sentimos muy respaldados, tanto en San Rafael como en El Espinar y más allá. Algunos vienen desde muy lejos a comer en el Restaurante. Muchos se han convertido en amigos. Eso es lo más bonito.
R (José): Y no se nos puede olvidar dar las gracias a todos los trabajadores que han pasado por el restaurante durante estos años. Son como una familia para nosotros y sin ellos esto no se podría hacer.
P: Enhorabuena y a seguir otros cuarenta años como poco. Gracias y felicidades:
R (Todos): Gracias a ti.