Petronilo Díez y Socorro Tapia celebraron el pasado 8 de enero 75 años de casados
Petronilo Díez y Socorro Tapia cumplen en este 2024 cien años de edad. Primero lo hará Petronilo, el 29 de abril, y luego Socorro, el 27 de junio. Cumplirán un siglo de vida en la que llevan más de 80 años de amor. Y es que, cuando ambos tenían 12 años, allá por 1936, en pleno estallido de la Guerra Civil española, comenzó la historia de una pareja espinariega que sigue hasta hoy día. Petronilo bromea culpando del inicio de su relación a Socorro. Ambos iban a la escuela del pueblo, y durante los recreos, en un patio que separaba a chicos y a chicas, “yo empecé a mirar y a ella le gustó”, señala Petronilo. Una tarde salieron a pasear, acompañados por una amiga y un primo de Socorro. Y, cuando los cuatro se disponían a volver a sus casas, Petronilo dio un paso adelante y acompañó a Socorro hasta la suya. Ese fue el inicio, primero de amistad, y hasta hoy, de amor. Toda una vida juntos. Petronilo no conoce la vida sin Socorro y Socorro no conoce la vida sin Petronilo, prácticamente.
Socorro Tapia
El resumen de la vida de Socorro Tapia pasa por una infancia y una juventud ligada a los Marqueses de Castelar. Y es que su padre era la persona encargada de cuidar y mantener los terrenos de los marqueses, y cuando la señora, la Marquesa de Castelar, necesitó a una chica para que atendiese a sus hijos, la elegida fue Socorro. Tenía entonces 15 años y estuvo cuidando y atendiendo a la familia hasta los veinticinco. Primero en la finca de Prados, pero también viajó con la familia por diferentes puntos donde mandaron al Marqués de Castelar, que era brigada en el ejército, y estuvo destinado por varios puntos de la geografía española. Salamanca, Zaragoza o Valladolid fueron algunas de las ciudades donde Socorro estuvo con el Marqués y su familia.
Durante esos diez años de trabajo de Socorro para la familia Castelar, se veía muy poco con Petronilo. Tanto por sus viajes por los destinos donde mandaban al Marqués, como por las horas que trabajaba cada día. Pero todo cambió por un acontecimiento clave en la relación de estos espinariegos. Y fue el ascenso del Marqués a General de División que le implicaba tener que desplazarse, ni más ni menos, que hasta las Islas Canarias. Petronilo, tras sopesar la decisión, fue a Socorro y le dijo: “traigo dos contestaciones. Elige la que quieras. Yo conforme con las dos. La que tú no quieras, para mí. Entonces la dije, mira, la primera es que nos separamos, nos vamos cada uno por donde nos dé la gana y hacemos la vida, una vida normal, como nos parezca. Tú la tuya, y yo la mía. Y la otra, esto ─haciendo con la mano una cruz─ y en seguida me contestó, pues esto ─la cruz con la mano─ que era casarnos. Y hasta ahora estamos aquí”.
Socorro, tras la explicación que hace Petronilo de ese momento trascendental para la relación, asegura que “no lo dudé. Por la noche cuando fui a casa se lo dije a mis padres, y me dijo mi padre: «mira hija eso es cosa tuya. Tú lo que hagas piénsatelo bien, que nosotros estamos conformes». Es verdad que cuando se lo conté, mi padre se echó a llorar y me dijo que era muy joven, pero yo sabía lo que tenía que hacer”. Y así fue. Se casaron un 8 de enero de 1949, hace 75 años, en la Iglesia de San Eutropio. Celebraron el convite en el Rolar y disfrutaron de un baile en la Típica. Cuenta Petronilo que para que no se marchase de la fiesta “me ataron a una columna del salón de la Típica de la Corredera. Me ataron para que no me fuera y estuviera en el baile todo el tiempo, y lo aguanté, con tal de estar con todos”.
Apenas 4 meses después de la boda, en abril del año 1949, nació el primero de sus dos hijos, Antonio, que es conocido en el municipio por su larga trayectoria como presidente de la Unión Deportiva El Espinar-San Rafael. Y unos años después, en julio del año 1954, Socorro dio a luz a Ana. Los primeros años de su matrimonio, antes del nacimiento de su hija, la familia estuvo en el Palacio del Esquileo, donde vivían y trabajaban los padres de Socorro. Luego pasaron unos años en una casa en la calle Daniel Ortega. Y, finalmente, se trasladaron a una casa en la calle Concepción, que el Ayuntamiento ofreció a los funcionarios de entonces, como Petronilo que era sereno. Un inmueble que la pareja compró, pasados unos años, y que ha sido su hogar durante gran parte de su vida.
Socorro ha pasado su juventud cuidando de la familia Castelar, y el resto de su vida dedicado en cuerpo y alma a su familia, a la que demuestra un cariño inmenso. “Pues bien, feliz. Todos me han querido, yo los he querido a ellos, y siempre bien”, declara con una sonrisa.
Petronilo Díez
Quizá el trabajo más conocido que Petronilo ha realizado durante su vida, por su carácter público y su larga duración, haya sido el de sereno. Un oficio que desapareció en los años 70, en plena transición a la democracia, pero que Petronilo realizó durante 39 años en nuestro municipio. Entró en esta labor tras haber realizado un examen de prueba, quedarse vacante una plaza, y después de consultar la decisión, primero con su mujer, y después con su madre. Que le dijo una frase que recuerda a la perfección: “es mejor muchos pocos, que pocos muchos”. Y siguió su consejo. “Yo trabajaba de noche y entrábamos a las 12 de la noche y salíamos a las 5 de la mañana”, comenta Petronilo. Durante esa jornada de trabajo, los serenos realizaban una labor de control en los pueblos. Se encargaban de que los comercios, establecimientos, bares y demás negocios cerraran a su hora; de solucionar los posibles conflictos que surgieran entre los vecinos; de acompañar al médico a las llamadas de urgencia que pudiese haber durante la noche; en resumen, era una figura de autoridad. Los últimos años, cuando quitaron la labor de los serenos, para no despedirlos, el Ayuntamiento les convirtió en policías municipales. Así estuvo Petronilo durante dos o tres años, antes de su jubilación.
Pero ni mucho menos, este de sereno, ha sido el único de los trabajos que Petronilo ha realizado durante su vida. Como él mismo asegura, se ha buscado la vida trabajando donde podía. “Me he buscado siempre donde estar trabajando para ganar una peseta, siempre, si no era en un sitio, era en otro”. Y, es que, ha sido gabarrero, ha trabajado en un taller de carretería, como encargado de mantenimiento durante varios años en las casas de Betania y Nazareth, estuvo en los trabajos de limpieza del monte denominados comúnmente como `el roce´… “Había que luchar todo lo que se pudiera”, señala. Su hijo Antonio, comenta que después de haber trabajado en los mantenimientos de Betania y Nazareth, había días que se iba a la academia a tocar, luego iba a casa a cenar, se cambiaba, se ponía el capote y se iba de sereno.
Petronilo tiene muy buena memoria, y durante la entrevista no paró de contar anécdotas de su vida. Entre ellas la del piojo que envió a Socorro metido en una carta. Cuando ella estaba en Salamanca, en uno de los destinos del Marqués de Castelar. “La hice en una prueba cuando estaba en Conde Duque. Estaba lleno de piojos y me picaba mucho en la espalda, le mandé a uno que levantara la chaqueta y me mirara a ver, y tenía un piojo así ─señalando con la mano su medida─ de gordo. Y más arriba otro, y yo le dije que los cogiera pero que no los matase, no los mató. Me los dio vivos. Y cogí y escribí una carta, diciéndola, te mando cuerpo y sangre de nuestro señor. Se los mandé a Salamanca y llegaron vivos… y ahí prepararon el follón, de alegría de, risas…”.
“La cocinera, la asistenta, el asistente que era militar… y en el cuarto de estar, nos reíamos… y ya dijo mi señora, «¿qué pasará?». Se lo dijo al señor, y le dijo el señor: «mira María, vete a ver qué los pasa, porque están todos mal de la cabeza», y todo era por los piojos que me había mandado”, cuenta Socorro.
Dos hijos, cuatro nietos y cinco bisnietos
Estos 80 años de amor dan para mucho. Su descendencia pasa por dos hijos, Antonio y Ana, por cuatro nietos y cinco bisnietos. A ellos, Socorro les aconseja: “que sean tan felices como he sido yo”. Por su parte, Petronilo, se dirige a ellos señalando: “tu haz tu vida como te guste. Pero ojo que la vida es larga. Y hay muchos compromisos. Con vista. Vivir, divertirse e ir a las fiestas, lo que haga falta. Todo. Pero con vista”.
El secreto de su amor
Una de las grandes dudas previas a esta entrevista era el secreto de un amor tan largo, puro y verdadero. “Pues el secreto, es querernos ver y estar juntos. Cada vez más juntos. Cuanto más tiempo mejor”, afirma Petronilo. “Yo estoy muy contenta y muy bien, porque yo he estado sirviendo muchos años y llevo más con mi marido”, aclara Socorro. Él asegura estar “encantado de la vida de haberla conocido y haber seguido y seguir como estamos. Hasta que Dios lo mande, pero si manda Dios, pues al puchero”.
Actualmente, Socorro y Petronilo pasan sus días en el Centro Socio Sanitario de El Espinar. Allí, en la Residencia, continúan con su vida demostrando el amor que cada uno siente por el otro. Reciben la visita de sus familiares, los cuidados de los profesionales sanitarios que allí trabajan, comparten actividades y espacios con sus compañeros y compañeras del centro, pero, tal y como llevan haciendo durante más de 80 años, lo que prima en su día a día es la magia de una relación que los ha unido y los unirá hasta, como dice Petronilo, “Dios lo mande”.