Los ciclistas Nacho Sanz, Jorge María, Rafael Suárez completaron los 350 kilómetros en una de las ediciones más duras de la prueba
Los 350 kilómetros de recorrido y más de 3.500 metros de desnivel que separan Baños de Montemayor en Cáceres del Real de la Jara en Sevilla se convirtieron este año en una auténtica odisea para los participantes de la Vía Extrema 2025.
«La definición que los organizadores hacen es épica, nosotros lo calificamos de aventura», explica Nacho Sanz sobre una competición que este año puso a prueba los límites de la resistencia humana. Las condiciones meteorológicas extremas marcaron una edición que será recordada por su dureza. «Mucho viento, mucha agua, nos cayeron varios chaparrones de una hora, hora y media. Mucha retirada, un 40% de la prueba se retiró«, relata Sanz.
El primer gran susto llegó cuando los organizadores eliminaron uno de los avituallamientos programados. «Yo iba de muerto, no podía con la bicicleta y eran las 12 y media del mediodía. Iba deshidratado, peleando contra el agua, contra el sol y contra la deshidratación», reconoce Jorge María, quien tuvo que parar en un centro comercial a comprar agua.
Una de las anécdotas más impactantes se vivió durante la noche en terreno arcilloso bajo una intensa lluvia. «Estábamos solos, nos quedamos los tres solos y entramos en un terreno muy arcilloso de tierra roja. Las manos las utilizábamos como cuando pasas un trapo por la cadena, la mecánica no iba», describe Jorge María. Las condiciones fueron tan extremas que las tres bicicletas tuvieron que ser revisadas completamente tras la prueba.
El compañerismo se convirtió en el elemento fundamental para superar los momentos más duros. «Tienes que ayudarte, porque como uno se va en abajo, como se va en abajo le dejes sobre el momento que está sufriendo, no aguanta», explica Nacho Sanz. Una muestra de solidaridad se vivió cerca de Sevilla, cuando un joven que salía de una discoteca les proporcionó agua en su casa. «Le paro en mitad de la carretera y le digo: nos tienes que dar agua, que nos quedan 20 kilómetros para la meta. El chaval nos metió en su casa y nos llenó las cantimploras», relata Jorge María.
El momento más dramático se vivió en los últimos metros, cuando Jorge estuvo a punto de no poder completar el ascenso final. «Quedaban 200 metros para subir. Tuve que parar porque se me salía el corazón por la boca. No podía más, ya no tenía más fuerza y mi cuerpo ya no me dejaba comer», confiesa.
A pesar de las dificultades, el trío ciclista espinariego logró entrar en meta dentro del tiempo límite. «Por 4 minutos entramos en las 24 horas», explica Rafael Suárez, quien dedicó su participación como homenaje a Manolo Gea, fundador del club Deportivo Caloco, y a su hermano. «Cuando llegué allí me quedé desnudo, muchos recuerdos. Fue una espinita que me había quitado».
La alimentación cobró vital importancia durante las casi 24 horas de competición. «Miré en la aplicación cuando acabamos y me marcaba que había bebido casi 10.000 calorías», revela Jorge María. «Entre nosotros vamos recordando: venga chicos, echar un traguito de agua, vamos a comernos una media luna de jamón y queso», añade Rafael sobre la importancia de la alimentación sólida.
La Vía Extrema destaca por su carácter benéfico, destinando el 100% de los beneficios a causas solidarias. Este año se destinaron a la Asociación ELA Extremadura. «Lo que me gusta de esta prueba es que es benéfica al 100%. No es un negocio como pueden ser el 90% de las carreras», valora Nacho Sanz.
Sin tiempo para el descanso, estos tres aventureros, acompañados un año más por Ismael García, ya tienen en el horizonte la “Quebrantahuesos” del 21 de junio en los Pirineos. «Son 200 kilómetros, puertos muy largos de más de 25 kilómetros. Es la prueba que tiene más renombre a nivel nacional en bici de carretera», explica Nacho Sanz sobre este nuevo desafío que, como suele ocurrir en el grupo, surgió «en una cena».