PRETÉRITO IMPERFECTO – CARLOS PARRILLA
La imagen de un caballero con su mujer y sus hijos arrodillados ante la Virgen probablemente sea el retrato más antiguo de una familia espinariega (1652), pero más que un acto piadoso fue una auténtica revancha.
En la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional se conserva un curioso documento, el duplicado del juicio y sentencia de la Chancillería de Valladolid (conocido como “sobrecarta”) en la que se ordena a las autoridades de El Espinar que tengan como hidalgo al boticario Sebastián Ortuño, con los privilegios y exenciones que eso suponía. Se trata de un libro de unas cien páginas en pergamino con tapas de cuero repujadas, limpia caligrafía y un par de ilustraciones, el escudo familiar (cinco cabezas de sarraceno sobre fondo de oro) y la imagen del matrimonio con sus hijos postrados ante la Virgen.
Sebastián de Ortuño había nacido en 1596 en la localidad riojana de Huércanos, en el seno de una familia de origen vizcaíno. Los Ortuño llevaban dos generaciones pleiteando para que se reconociera su condición de hidalgos, lo que suponía no pagar impuestos y tener acceso a los mejores cargos y prebendas en una sociedad dividida en grupos totalmente separados.
Sebastián llegó a El Espinar en torno a 1620 casado con María Redondo, natural quizá de El Escorial, o más probablemente de Escurial (Cáceres) y desde entonces ejerció como boticario, aunque alegando siempre su condición noble.
Las familias principales de El Espinar no veían con buenos ojos que un forastero, contratado como simple boticario quisiera codearse con ellos de igual a igual, de modo que le negaron sus derechos y, sobre todo, le obligaron a pagar impuestos. No sólo venía de lejos, sino que tenía un “oficio”, algo incompatible con la ociosidad que se exigía a un noble, aunque no tuviera un plato que llevarse a la boca. Sebastián se negó a pagar los tributos y en una ocasión el alguacil entró en su casa y le tomó en prenda una cuchara de plata para saldar la deuda.
CUESTIÓN DE ASIENTOS
Sebastián presentó una demanda y llevó ante los jueces de Valladolid a un buen número de testigos, tanto espinariegos como vascos, navarros y riojanos (por ejemplo, un fraile de San Millán de la Cogolla), e incluso desempolvó las sentencias de su familia desde tiempos de la reina Juana, todo con tal de demostrar que sus antepasados se habían tenido por nobles, “bien nacidos, limpios de toda raza de moros, judíos y penitenciados (por la Inquisición)”.
El Espinar respondió que Sebastián siempre se consideró aquí como pechero (de los que “pechan”, pagan), nunca como noble, y aportaron como prueba algo bastante llamativo, el asiento que ocupaba en la iglesia. Gracias al proceso podemos hacernos una idea de cómo se colocaban los vecinos en misa respetando su jerarquía: un banco para los nobles y regidores al lado del evangelio (a la izquierda mirando al altar), y el resto, más atrás, para el pueblo llano. Sin embargo, el párroco de San Eutropio declaró que “en un banco que estaba al lado de la epístola (derecha) fuera de la capilla mayor se asentaban revueltamente hombres buenos e hijosdalgo y en esto nunca había visto cosa estable si no era haberse asentado los hijosdalgo donde querían”, es decir, que el lugar que ocupaban los Ortuño en el templo no era prueba suficiente de su condición “inferior”.
Le costó años, recursos y mucho dinero, pero finalmente lo logró. Sin duda el temor a que la sentencia no llegara le hizo encargar este duplicado y además convertirlo en una pequeña obra de arte para exhibirla delante de todos.
El uno de enero de 1653, el concejo de El Espinar se reunió “a son de campana de dos repiques como es costumbre” y el escribano de la villa leyó púbicamente el fallo judicial. No les quedó más remedio que acatarlo siguiendo el antiguo ritual: “visto por los susodichos (regidores), la obedecieron, besaron y pusieron sobre la cabeza para su cumplimiento”.
CINCO FIGURAS
En la ilustración de la sobrecarta aparece Sebastián Ortuño a la derecha con sus dos hijos varones, Antonio, de 22 años y Manuel de 15, vestidos con capotillo negro, cuello de encaje y espada (solo el padre y el hijo mayor) algo reservado a los nobles. En el lado opuesto se ve a María Romero con el pelo cubierto por una toca, acompañada por su hija Lucía, de 19 años, también de negro riguroso.

Sobrecarta de S. Ortuño Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España
La imagen de la Virgen quizá fuera inventada por el artista o acaso alguna talla de El Espinar que desconocemos. Sobre una media luna y una nube, bajo la paloma del Espíritu Santo, María sostiene a Jesús en su brazo izquierdo y un cetro en el derecho, las dos figuras están coronadas y con manto rojo bordado.
La familia permaneció poco tiempo en este pueblo. Manuel, Antonio y Lucía se casaron en El Espinar, pero su rastro se pierde en la siguiente generación. Realmente el matrimonio tuvo once hijos, pero la mayoría murió en la infancia. Sin embargo, uno que no aparece en los documentos, Francisco, daría esplendor al linaje cuando su descendiente Agustín Ortuño, rico comerciante de Cádiz, consiguió el título de marqués de Villa Real de Purullena en 1751. En el escudo de su casa palacio del Puerto de Santa María aún se pueden ver las cinco cabezas esculpidas en mármol.
Si no fuera por este excepcional retrato de familia, el proceso de los Ortuño contra la villa de El Espinar sería uno más de los muchísimos pleitos de hidalguía que llenaron los tribunales del antiguo régimen. En sus páginas se puede entrever una sociedad en la que el mayor prestigio consistía en no haber trabajado jamás y no haber pagado un solo impuesto en generaciones, mientras que en Europa la Ilustración llamaba a la puerta y nos dejaban atrás. Por eso, además de la instantánea de una familia espinariega, es un retrato de todo un mundo que hoy nos cuesta comprender.
¿Sabías que…?
Un modo de fomentar la natalidad en una España siempre escasa de habitantes fue conceder la hidalguía a los que tuvieran siete hijos varones legítimos, los llamados “hidalgos de bragueta”.
FUENTES:
Libro de bautismos de S. Eutropio (S. Hurtado)
Chancillería Valladolid Ejec. 2787-67 y Sala Hijosdalgo 561-7.
Biblioteca Nacional. Manuscritos 12540.
C.M. Shaw, biografía del comerciante Agustín Ortuño.