Tras su llegada al municipio hace 20 años, pone punto y final a su trabajo al frente de la secretaría del Ayuntamiento de El Espinar
El 8 de julio de 2025, Ramón Rodríguez firmará su última acta como secretario municipal del Ayuntamiento de El Espinar. Lo hará como ha hecho durante casi veinte años: con discreción, seriedad y un conocimiento jurídico profundo que ha sido durante todo este tiempo uno de los pilares invisibles, pero esenciales, del funcionamiento del consistorio. Lo que para cualquier otro podría parecer un gesto rutinario, en su caso será simbólico: el cierre definitivo de una etapa y, quizás, el punto de partida para un nuevo capítulo más personal y tranquilo.
Nacido en Madrid en 1958, Ramón ha dedicado más de cuatro décadas a la administración pública. Desde sus primeros pasos como secretario-interventor en Borox hasta su paso por el Ayuntamiento de Madrid, el Cabildo de Fuerteventura o el Real Sitio de San Ildefonso, ha sido testigo directo de cómo se construye la vida institucional de los municipios. En El Espinar ha ejercido su labor desde 2005, tras obtener la plaza por concurso. “Este ha sido, con diferencia, el destino donde más tiempo he trabajado. Aquí he echado raíces, tanto personales como profesionales”.
Su llegada, reconoce, no fue sencilla. “Cuando vine aquí, me reuní con el entonces alcalde, que me dijo: ‘Mire usted, o viene aquí para el día de San Isidro o no venga´. Yo estaba cerrando el Plan General en mi anterior destino y me di cuenta de por qué me lo había dicho. Había una situación enconada. La moción de censura había provocado incluso desgarros personales entre concejales. Fue una legislatura complicada. Los plenos empezaban a las ocho de la tarde y con frecuencia terminaban a la una o las dos de la madrugada”.
Durante sus años en el cargo, ha sido el referente legal de cada mandato. “Hay dos funciones fundamentales. Una es la de asesor legal de la corporación, sobre todo en aquellos acuerdos que requieren mayoría reforzada o informes preceptivos. La otra es la fe pública: cuando las actas de los órganos del Ayuntamiento están firmadas por el secretario, tienen carácter de documento público”.
Esa responsabilidad le ha llevado a enfrentarse a situaciones complejas. Una de las más delicadas ha sido la de Los Ángeles de San Rafael. “Ese núcleo, donde viven más de 1.200 personas, se construyó con una figura urbanística de iniciativa privada que hoy ya no está contemplada por la ley. El proceso jurídico para su recepción ha sido complicado, porque se parte de algo que en su momento se podía hacer, pero ahora ya no. Hay fincas con descripciones literarias, sin georreferenciación, y es difícil determinar qué pertenece al municipio y qué no. Afortunadamente, creo que ya está bien encauzado”.
Aunque su perfil es técnico, habla con respeto hacia la política local. “Tengo un enorme respeto personal por cualquier vecino que se presenta a concejal. No todo el mundo quiere hacer esa función, y además no siempre está bien remunerada. En este Ayuntamiento nunca he detectado comportamientos egoístas. Jamás. Eso me ha hecho sentirme bien. Siempre he pensado que he trabajado con gente honesta”.
Ese aprecio lo extiende también a sus compañeros de plantilla. “Aquí hay personal que cumple con su trabajo mucho más allá de lo que se le pide. Hay gente que siente orgullo de trabajar en el Ayuntamiento, y que sabe que haciendo su trabajo está ayudando a los vecinos. Eso lo noté desde el primer momento. El Ayuntamiento está por encima de todos nosotros”.
Entre los grandes cambios que ha vivido, destaca la digitalización. “En los últimos años hemos pasado prácticamente a funcionar sin papel. Todavía soy una antigualla que utiliza papel, pero aparte de mí ya no hay nadie más en esta casa que lo use. Al principio me sentía incapaz de liderar ese cambio, y gracias a los colaboradores más jóvenes lo hemos conseguido”.
Una anécdota que no olvida tuvo lugar durante una oleada de registros anticorrupción del caso Gürtel. “Un día, al salir de la autovía, me paró un coche de la Guardia Civil. Y empecé a ver cómo llegaban coches camuflados, oficiales… unos veinte, calculo. Iban hacia El Espinar. Pensé: ‘Dios mío, vamos a tener un registro en el Ayuntamiento’. Me tranquilicé cuando supe que iban a Prados, por un caso de terrorismo. Me acuerdo perfectamente de pensar: ‘Menos mal que era terrorismo’. Porque sinceramente, nunca he sentido que aquí hubiera nada turbio”.
Pero Ramón no solo ha vivido entre informes y plenos. Junto a su mujer, comparte una afición apasionada por el arte naíf. “Nosotros empezamos a coleccionar pintura, y la íbamos guardando en la casa de Madrid. Llegó un momento en que ya no cabían más cuadros. Entonces concebimos la idea de montar este asunto, y buscamos una casa para ellos. Así nació La Casa de los Cuadros”.
La vivienda, situada en Santa María la Real de Nieva, funciona como casa rural de alojamiento compartido, y también como galería. Su intención es que se convierta en un legado cultural. “Queremos donar el edificio y los cuadros para que queden en manos públicas. El problema es que el edificio no está en buen estado. Tiene goteras, y cada vez que llueve tenemos que cambiar cuadros de sitio”.
Esa necesidad fue la que, en parte, lo empujó a volver al cuerpo de secretarios tras haberlo dejado. “Yo estaba trabajando en Madrid, a diez minutos andando de casa. Pero necesitábamos recursos para poner en marcha el proyecto, así que participé en el concurso de traslados y me salió El Espinar. Vine por los cuadros, y me quedé por muchas más cosas”.
Ahora, a punto de jubilarse, tiene claro qué consejo daría a quien ocupe su lugar. “Siempre he entendido que la función del secretario no es juzgar lo que quiere hacer un político. Es entenderlo y explicarle cómo hacerlo conforme a la ley. Si un alcalde me dice: ‘Quiero expropiar esta casa’, yo no le digo si está bien o mal. Le explico qué pasos legales hay que seguir. Lo que no puedo decirle es: ‘Dé una patada a la puerta’. Nuestra misión es esa: ayudar, dentro del marco legal”.
Como despedida, lanza una invitación sencilla: “A todos los que nos puedan ver, les invito a venir a ver los cuadritos en Santa María la Real de Nieva”.











