NUTRICIÓN
Verano, cuerpos al aire en playas y piscinas y… ¡otra vez esos pensamientos recurrentes que nos recuerdan aquello que no nos gusta de nuestros cuerpos! Esas vocecitas interiores que nos llevan a ponernos un pantalón largo aunque haga un calor insoportable o a no quitarnos la camiseta en la playa.
Y es que, es muy difícil. Vivimos en una sociedad que vincula todo el tiempo salud con delgadez. Los medios de comunicación, la publicidad y hasta algunos sectores de la medicina refuerzan la idea de que un cuerpo delgado es sinónimo de salud y bienestar, mientras que los cuerpos más grandes son vistos como resultado de una falta de disciplina o fuerza de voluntad.
Esta visión simple y cargada de prejuicios ignora la complejidad de los cuerpos humanos y la diversidad natural de formas y tamaños.
Estamos inmersos en la “cultura de la dieta”. Y está bien montada. Se camufla por todas las esquinas: en los productos “light” que nos venden en los supermercados, en la presión que sentimos las mujeres en el postparto para “recuperar nuestra figura”, en el sentimiento de culpa que aparece tras comernos media tableta de chocolate, cuando buscamos en Internet una dieta para “llegar a tiempo al verano”. O en los comentarios tipo: “Con ese cuerpo, ¡puedes comer lo que quieras!”, “Bah, ¡ese helado lo quemas luego en el gym!”, y un largo etcétera.
Nos quieren vender que el peso es controlable a través de la dieta y el ejercicio y, ¡ojalá fuera tan simple!
El peso (la forma de nuestro cuerpo, la distribución grasa…) está determinado por multitud de factores, incluyendo la genética, el metabolismo, las hormonas y nuestro estado de salud mental y física. Sí, sí, ¡hasta tus emociones pueden influir en tu peso!
Por esto, esperar que todos los cuerpos respondan de la misma forma ante una dieta o ante un determinado entrenamiento físico es imposible (y frustrante, ¿verdad?). Hay cosas que, simplemente no están bajo nuestro control. Por suerte, otras sí.
Entender que existen personas de todos los tamaños que mantienen estilos de vida saludables, con una alimentación balanceada y actividad física regular, y que aun así no encajan en el ideal de delgadez promovido por la sociedad puede ser un primer concepto a asimilar. Trabaja la aceptación corporal y sé compasiv@ contigo mism@: acepta y recuerda que tu cuerpo (en cualquiera de sus formas) es válido, y que, gracias a él caminas, corres, bailas y juegas con tus hijos. ¡Comienza a disfrutarte!
Porque… piénsalo:
>> Si estuvieras sól@ en una playa paradisiaca, lejos de miradas ajenas… ¿le darías tanta importancia a tener un culo más o menos gordo, a tener celulitis, estrías o barriga? Probablemente no tanta. Seguramente, disfrutarías del momento.
Y es que, en muchas ocasiones ese malestar que nos genera nuestra imagen corporal está ocasionado por el juicio ajeno, por sentir que no estamos “a la altura” de lo que espera la sociedad.
Sociedad que se ha inventado dónde debemos encajar, que se lucra de esa culpa por no tener un “cuerpo normativo” y que se aprovecha de nuestros intentos por cambiarlo.
Es muy válido y respetable querer mejorar tu alimentación, hacer deporte y cuidarte, pero hazlo desde el amor hacia ti mism@ y la motivación por mejorar tu salud y, no desde de la presión social por encajar en algo que ¡se han inventado!
Quiérete.