Espinariega de origen, concretamente del núcleo de San Rafael, y militar de profesión, se encuentra actualmente en una base de la ONU en la frontera entre Líbano e Israel
De San Rafael al Líbano de misión con el ejército, la militar espinariega no se esperaba que la aventura que comenzó hace ya 5 meses iba a transcurrir como lo ha hecho. María Rivero forma parte actualmente de la Unidad de Transmisiones de la Brigada Paracaidista de las Fuerzas Armadas españolas, cuya base principal se encuentra en la localidad madrileña de Paracuellos de Jarama. “Toda la vida he querido ser militar, siempre lo he querido”, y así fue. Y en cuanto tuvo la oportunidad de participar en una misión, se apuntó sin dudarlo.
¿El lugar de destino? La base ‘Miguel de Cervantes’ de las Fuerzas Armadas españolas que se encuentra cerca de la ciudad libanesa de Marjayún, situada en lo que se denomina “Línea Azul”, la frontera entre Líbano e Israel. Un lugar en el que la misión de los militares españoles, que forman parte de la fuerza de mantenimiento de la paz en el Líbano (FINUL) de la ONU, es vigilar el cese de hostilidades entre Hezbolá e Israel y acompañar y asistir a las Fuerzas Armadas libanesas en el sur del país.
La presencia de tropas de la ONU en la frontera de Líbano con Israel se remonta a 1978. Hasta julio de 2006, la situación se mantuvo tranquila pero, entonces, comenzaron nuevas hostilidades entre los dos países. Fue en ese momento en el que se incrementó el número de “cascos azules”, que es como se llama a las Fuerzas de paz de las Naciones Unidas, en ese punto de Oriente Medio. Ahora, con el inicio de la guerra entre Hamás e Israel, la tensión y el cruce de ataques entre Hezbolá (Partido de Dios Libanés, considerado como organización terrorista, que emergió para contrarrestar la presencia israelí y de sus aliados en el sur del país) y el Estado de Israel, han aumentado notablemente.
El pasado 26 de mayo Rivero subió al avión con destino a Líbano para iniciar una misión que le ha cambiado la vida. Hasta finales de este mes de noviembre no va a regresar, y estas últimas semanas se le están haciendo complicadas. “Mi trabajo consiste en las transmisiones, en tener todo comunicado, en que tengan enlace todas las posiciones que tenemos aquí en el Líbano. Ahora mismo soy la conductora del Capitán y su auxiliar en su oficina. Entonces yo trabajo muchísimo con mi Capitán, y salimos mucho, a ver las posiciones donde tenemos a los compañeros, también llevo toda su agenda, muchísimos documentos de su oficina…” Los meses previos al inicio de las hostilidades han sido “totalmente tranquilos” en la base ‘Miguel de Cervantes’ de las Fuerzas Armadas españolas en Líbano. “Se podía salir, se podía ir a los sitios… todo normal”, aseguraba María.
“Al principio sentía muchos nervios, porque sonaban las alarmas y nos teníamos que ir al búnker, todo súper corriendo”
Preguntada por cómo ha cambiado la situación con el inicio de la guerra que se libra actualmente, la militar espinariega comenta que “antes teníamos más movimiento, salíamos a ver otros destacamentos que tenemos en nuestra base, y ahora no podemos salir, está todo vetado. Es que nosotros ahora no podemos hacer nada, entonces no vemos lo que hay fuera”.
Han pasado de un día a día en el que podían hacer sus trabajos y sus actividades con total normalidad y tranquilidad, a un día a día en el que la tónica principal son los avisos de las alarmas que les obligan a meterse en los búnkeres que tienen en la base. “Ha cambiado mucho, porque al final vivimos en tensión. No sabemos en qué momento vamos a tener que irnos al búnker. Entonces en cuanto tenemos un ratito libre, aprovechamos para ir al gimnasio, o poder comer, o ir a hacer compra en las tiendas que tenemos aquí dentro… pero nosotros, a pesar de todo, tenemos que seguir haciendo nuestro trabajo diario sin poder salir fuera de la base, pero todo el mundo sigue haciendo su trabajo. Antes de empezar todo esto, sí que teníamos una rutina de deporte, desayuno, trabajo, comida, un poco de siesta, luego otra vez trabajo… y ahora el deporte por la mañana lo hemos quitado… entonces pues tenemos que buscar siempre un rato para hacer nuestra vida normal. Y, dentro de todos los problemas que hay, que en cualquier momento podemos entrar al búnker, tener una cierta normalidad, tener una vida normal”, explicaba María.
“En cualquier momento suena la alarma y tienes que salir corriendo”
El nivel de tensión que se vive en la base es “muy estresante. Porque no sabemos en qué momento nos pueden decir: «Al búnker». No lo sabemos. Entonces, tenemos un estrés diario que nos afecta pues, por ejemplo, a la hora de comer, a la hora de hacer nuestra vida diaria, a la hora de dormir…”.
La probabilidad de recibir un ataque en la base donde se encuentra María Rivero es, según explica, “muy muy baja, porque puede haber fuego cruzado, y haber algún problema, pero a nosotros no nos van a atacar como tal”.
“Miedo no he sentido. Respeto y tensión sí, pero miedo de «madre mía, me va a pasar algo» no. Al principio sentía muchos nervios, porque sonaban las alarmas y nos teníamos que ir al búnker, todo súper corriendo… pero ya hay más tranquilidad”, relataba la militar que además puntualizaba que “nunca había vivido algo así antes”.
Escuchar o leer la versión, la historia o situación, de una persona que está pasando por un momento así nada tiene que ver con vivirlo. Se presupone que los militares están preparados para ello, pero aún así, María declaraba que “venimos pensando que nunca va a pasar algo así. Nosotros hacemos simulacros, por si pasa algo, que sepamos en todo momento lo que tenemos que hacer, el procedimiento que debemos seguir. Entonces, ha habido veces que hacíamos nuestros simulacros y decíamos, «pero cómo vamos a tener que hacer esto. Esto no va a pasar nunca», y ahora es como… al final como lo hemos preparado pues ya está. Nunca esperábamos que fuera a pasar, pero cuando pasa pues el primer día es como, «no me lo creo, está pasando de verdad». Es más, hubo un día, que también pasó algo antes de que empezara todo esto, escuchamos las alarmas y pensábamos que no era verdad. Al final a todo el mundo le pilló de improvisto, no nos esperábamos que fuera a pasar todo esto”.
Lo más duro, por un lado de la misión en general, “al principio es todo bueno pero ahora ya echas de menos a los familiares, me casé hace un año y al final mi marido pues… el no poder estar con él… en general echar de menos a mi familia, mi marido, mi hermano…”; y, por otro lado, de la situación que está viviendo ahora “para mí lo peor, es la tensión de no saber qué va a pasar… hubo un día que estaba desesperada porque no sabíamos si iba a volver a sonar la alarma o no, nos metieron al búnker… y al final es desesperante, el cansancio psicológico hace mella…”.
Se hace complicado el dormir pensando qué va a pasar al día siguiente. María Rivero cuenta que fue muy difícil para ellos romper la rutina que tenían, “por ejemplo, cuando bajábamos al gimnasio, no sabías si estaba bien o no porque en cualquier momento suena la alarma y tienes que salir corriendo”.
Los búnkeres de la base, por suerte, están muy cerca de las zonas donde realizan las actividades los militares. “Si cae un misil encima pues seguramente algo pase, pero bueno el búnker está preparado para si se cae algo, tenemos nuestras palas y picos para sacar gente… si nos meten en el búnker es porque estamos más seguros que fuera”, explicaba sobre la seguridad de los búnkeres.
“Venimos pensando que nunca va a pasar algo así”
“Al final en las noticias salen muchas cosas y hay veces que lo hacen mucho más grande de lo que es. Por ejemplo, cuando cayó el misil en la base de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) en el sur, dijeron que había sido en la base donde estaban los 700 militares españoles y no cayó allí”, ellos tratan de evadirse de todas las noticias que se publican, pero admite que sí están pendientes de la actualidad. Es más, asegura que “cuando pasa algo lo sentimos”. María cuenta que se notan y se escuchan los misiles, y lo describe señalando que “cuando hablo con mi familia les cuento que es como cuando empiezan los fuegos artificiales y el primero suena mucho y retumba mucho, pues así. Retumba muchísimo. Hay algunos que más y otros que menos, pero se escuchan mucho. Incluso vemos donde caen, se ven las columnas de humo”.
“Cuando estás en un sitio así, se valora muchísimo, pero muchísimo, lo que tenemos en España. Y tener casa, luz, agua y poder comer. Y a mí lo que más pena me da son los niños. He salido por aquí y hay niños, que tendrán 4 años, ellos solitos andando por las carreteras para ir a un sitio u otro… aquí hay muchos puestos que venden fruta y demás, y casi siempre hay niños vendiendo…”.
En cuanto a la opinión personal sobre lo que está ocurriendo de María Rivero, una militar que está viviendo el conflicto desde muy cerca, “yo creo que la población civil del Líbano no tiene nada que ver con lo que está pasando, o la población civil de Gaza tampoco tiene nada que ver con lo que está pasando. Porque son enfrentamientos de grupos terroristas. Entonces, al final, pues no está bien, ni por un lado ni por el otro”.
Si tuviera que puntuar las ganas que tiene de volver al pueblo en una escala del 1 al 100, es obvio el número que elegiría. Ella mantiene contacto con su familia todos los días, “yo hablo con ellos todos los días, por WhatsApp, por llamadas y videollamadas, pero tengo que decir que tengo muchísimas ganas de volver la verdad. Ya solo queda un mes y se hace un poco pesado. Pero luego, seguramente, cuando estemos allí… hay momentos que digo «voy a echar de menos esto, esta vida que tenemos allí». Echaré de menos los momentos con mis compañeros, con mi compañera de habitación, pero al final tengo muchas ganas de volver. También se echa de menos la comida, que es súper importante y lo que tenemos en España no lo tenemos en ningún lado”.
“Siempre han estado preocupados pero una vez ha pasado esto pues ha habido momentos que lo han pasado mal. Y, sobre todo, esa incertidumbre porque cuando nosotros entramos en el búnker nos quitan el Wifi, nos quitan todo y no podemos hablar con nadie, entonces yo antes de entrar, cuando suenan las alarmas, lo primero que hago es avisar. Les pongo «búnker», y ellos ya saben que puedo estar una hora, dos, siete o todo el día. Pero sí, la preocupación de mis familiares, mi marido y amigos ha aumentado a raíz de todo lo que ha pasado”, y concluía con una frase que se hará realidad en menos de un mes, “yo siempre les digo que no veo el momento de que se abra la puerta del aeropuerto y veros allí”.