✍🏻 Jesús Vázquez Ortega
¿Quién se ha resistido en la niñez a transgredir los muros de una casa abandonada? Seguramente que pocos o ninguno. La emoción de recorrer las estancias de un edificio arruinado por el simple hecho de vivir una aventura explorando pasillos o salones polvorientos, y la sensación de que siempre iba a ocurrir algo, suponía un reto personal. San Rafael tuvo muchas de esas casonas que con el tiempo han sido demolidas o restauradas. La Torrecilla, Villa Frutos, el Preventorio, el Torreón, San Ramón o Tejas Negras eran algunas de ellas. Yo confieso que fui uno de esos jovenzuelos que sentía una atracción irresistible por cruzar la frontera de lo prohibido, lo que me acarreó bastantes rasguños y otras tantas regañinas. Pero de todas esas quintas semiderruidas, Maricruz fue la más ambicionada, aunque jamás hollé su interior.
Historia de una villa singular
Corría 1902 cuando José Codina Castellví (Reus 1867) adquirió una de los edificios más suntuosos del entonces pequeño pueblo de San Rafael. El caserón se ubicaba en las afueras del casco urbano, sin edificaciones alrededor. Aquel mismo año, José enviudaba de su esposa Carmen Suqué Sucona con quien había tenido dos hijos, Leopoldo y José. El doctor Codina fue un relevante estudioso de enfermedades tan letales como la tisis y miembro de la Real Academia de Medicina. Gran amigo de Rafael Alberti, le recomendó que viniera a la sierra para mejorar su estado de salud.

Edificio antes del incendio
Datos y curiosidades
El inmueble se componía de seis edificios, tres almacenes y tres viviendas, que incluían la casa que ocupaba el secretario personal de José, luego segregada y actualmente conocida como Nueva Villita construida en 1912, y que heredaron posteriormente los hijos del matrimonio. En total la finca tenía una superficie de 3.487 m², de los cuales 576 estaban edificados. En origen la casa principal no poseía el característico torreón, ya que un incendio destruyó gran parte de la estructura ante la mirada atónita del guarda Gabino Paniagua. Con la reforma, dicha atalaya fue añadida, lo que le otorgó una imagen majestuosa que destacaba en la distancia pues apenas había impedimento para poder ser vista desde decenas de metros. Sus jardines desnivelados jalonados por arcos metálicos tomados por rosales trepadores, fueron diseñados por Cecilio Rodríguez, jardinero mayor del Ayuntamiento de Madrid. José Codina se casó en segundas nupcias con una mujer de origen catalán llamada Sylvia, y que dio nombre a la residencia pasando a denominarse Villa Sylvia, nombre que más tarde los compradores sustituyeron. Nunca fueron sencillas las relaciones entre hijos y la segunda mujer, que a la postre se convirtió en dueña de la finca tras el fallecimiento del médico en 1934.

Imagen de la villa ya con su torreón
Del esplendor al abandono
Tras los años de refulgencia, transcurrió el tiempo, la heredad pasó a manos de dos compradores hasta llegar al actual, cuyo nombre desconozco. Maricruz fue paulatinamente languideciendo por efecto de la desatención y el vandalismo que la han ido reduciendo a escombros, sus otrora preciosos parterres, hoy son una maraña de vegetación diversa. El edificio se resiste a sucumbir, desafiando al desamparo y alzando al cielo los restos desvencijados de su soberbio mirador.
Agradecimientos:
Isabel Codina Bozzano
Fotografías:
Isabel Codina Bozzano
Jesús Vázquez Ortega