PSICOLOGÍA Y SALUD SEXUAL – Mª del Consuelo Cuenca (Psicóloga-Sexóloga del Centro AVANTI Psicología)
En los últimos años, se viene dando gran importancia de la inteligencia como un elemento clave del desarrollo de la persona en la sociedad. Se entiende que la inteligencia es la capacidad para asimilar, guardar, elaborar y codificar la información del propio organismo y su entorno con la finalidad para resolver problemas de forma diaria.
La Psicología clásica define la inteligencia como una parte del factor G o inteligencia general que levemente varía con la edad, y que puede mejorar con el entrenamiento intelectual y con las experiencias vividas. Es la capacidad para aprender de la experiencia, resolver problemas y usar el conocimiento para adaptarse a las situaciones nuevas. Se considera una aptitud personal para desarrollar pensamiento abstracto y razonar, comprender ideas complejas, resolver problemas y superar obstáculos, aprender de la experiencia y adaptarse al ambiente. Luego, es una competencia humana para desarrollar pensamientos analítico-racionales.
En algunas personas este atributo innato que faculta a la persona se desarrolla como Altas Capacidades, lo que popularmente se entiende como un nivel de inteligencia superior. Encontrándose en este grupo de individuos un Coeficiente Intelectual alto.
“Tu intelecto puede confundirse, pero tus emociones nunca te mentirán”. Roger Ebert.
Desde la Psicología se contemplan dimensiones clásicas del coeficiente intelectual respecto a los procesos intelectuales como la percepción inmediata, reconocimiento o comprensión de estímulos, la retención de información en la misma forma en que se almacenó, hacer juicios sobre información sobre la base de una norma conocida y el pensamiento convergente o divergente. La naturaleza del contenido figurativo, simbólico, semántico y conductuales. Que implican diferentes interacciones humanas en relación a actitudes, necesidades, pensamientos y emociones. Lo que a su vez, se llega a relacionar con la idiosincrasia del individuo y de sus rasgos de personalidad.
La Teoría de las Inteligencias Múltiples contempla que la inteligencia es una capacidad biológica para resolver problemas compuesta por diferentes áreas que son universales a la especie humana y que cada persona tiene un diferente potencial y estilo cognitivo-emocional.
Las diferentes áreas de inteligencia (musical, cinético-corporal, lógico-matemática, espacial, inter-intrapersonal, lingüística, etc.) que poseemos son aquellas capacidades para alcanzar las metas personales y obtener éxito, a la hora de alcanzar objetivos materiales como en la realización personal que interaccionan con la habilidad para manejar las emociones denominada inteligencia emocional.
Se puede deducir que la inteligencia engloba la capacidad de abstracción y generación de pensamientos, el desarrollo de la lógica formal, la comprensión de conocimientos generales, la aplicación de conocimientos, las destrezas y talento, y los procesos mentales cognitivos, ejecutivos, motivo-emocionales y psicofisiológicos.
El concepto de inteligencia emocional viene siendo un concepto revolucionario que coger fuerza en los años noventa, a partir de expertos como Saloney, Mayer y Goleman, entre otros. Éstos consideran que el mundo de las emociones afecta a nuestro quehacer cotidiano.
El cerebro emocional llamado cerebro medio situado bajo de la corteza cerebral, y comprende centros importantes como el tálamo, el hipotálamo, el hipocampo y la amígdala. Estos “centros de afectividad” se relaciona con la capacidad para la detección y comprensión de las emociones propias y ajenas. Por lo tanto, tomar conciencia de quién es uno(a), qué se siente y cómo se expresan las emociones, constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.
Es necesario educar las emociones desde las primeras edades, a través de cuentos y dinámicas de juego, para propiciar en niños y niñas un desarrollo personal saludable. A su vez, otro elemento fundamental y favorecedor de su desarrollo es la estabilidad emocional de los cuidadores y educadores. Éstos son modelos para los menores.
El fomentar una actitud positiva ante la vida, saber expresar y controlar los propios sentimientos y conectar con las emociones de otras personas, junto a un afrontamiento efectivo ante los problemas de la vida, favorece la autonomía y la capacidad para tomar decisiones apropiadas de los niños y los adolescentes.
A modo de síntesis, una educación emocional adecuada potencia el crecimiento integral de la persona, consiguiendo un mayor bienestar psicológico en la vida, debido a que en toda persona conviven la inteligencia cognitiva y emocional, siendo ésta última la favorecedora de convertirnos en individuos con calidad humana.
De nuevo, se hace necesario enfatizar que la inteligencia no es una sola, sino un amplio abanico de habilidades diferenciadas y que la educación de las mismas es importante para el desarrollo integral de la persona. Por lo tanto, entrenar para reducir la alfabetización emocional es imprescindible, pudiéndose hacer desde las aulas, el entorno familiar, y /o intervención de un psicólogo/a para que la persona pueda desarrollar todo su potencial en el ámbito personal, familiar, académico/laboral y social.