José Luis del Val lleva 40 años viviendo y trabajando en la estación de tren de El Espinar
De nacimiento burgalés como su padre, en Fuentespina, pero de niñez abulense, ya que vivió desde los cinco años en las Navas del Marqués, José Luis del Val llegó a La Estación de El Espinar en el año 1984.
Aunque no era su objetivo ni meta final, ya que comenzó arquitectura en Valladolid, pero lo dejó por no parecerle la carrera idónea, acabó ligado al mundo del ferrocarril. Un mundo que le corría por las venas, ya que su padre era ferroviario y, por lo tanto, su casa estaba siempre cerca, o en las propias estaciones de tren.
La vía para entrar en este mundo era el servicio militar, la mili, y así fue. Primero le dieron una plaza provisional en Orense, donde estuvo un año y medio, aproximadamente, y el destino definitivo lo pidió en La Estación, por cercanía a Ávila que era donde estaba su familia, y donde tenía la intención de volver.
La Estación de El Espinar era un sitio poco conocido para él, “yo había venido aquí como todo el mundo con unos amigos de Segovia, no sé por qué, a la Panera, a acampar en aquella época. Era lo único que conocía yo de El Espinar”, señala del Val.
Sus intenciones eran un traslado posterior a Ávila. Pero en aquel momento Renfe empezó a reducir plantilla en diferentes estaciones, y era muy difícil moverse de sitio. Esos años fueron los suficientes para que se fuera aclimatando a esta zona, le fuera gustando, y le cambiase la perspectiva para decidir finalmente quedarse aquí para desarrollar su labor profesional y su vida personal.
Al llegar, José Luis coincidió con el que fue durante muchos años el jefe de estación en la parada de El Espinar, Francisco Álvarez Monje, y una vez se jubiló, heredó ese cargo de jefe de estación, de factor encargado, es decir, el responsable de circulación que realizaba todas las funciones de la estación.
Preguntado por lo que significa La Estación para él, José Luis asegura que “si me lo preguntas hace 40 años, habría dicho un sitio de paso, un sitio en el que llego y voy a estar una temporada. Pero ahora mismo, para mí ha sido mi vida. Llego aquí con 22 años, llevo 40 años, este año hace 40 años, y aquí han nacido mis hijos, aquí tengo mis amigos… y bueno, pues es mucho para mí. Y luego pues vivir en La Estación, en la propia estación, en el edificio me siento como un poco como el farero del pueblo”.
Cuatro décadas dan para muchas anécdotas, pero la que se le ocurrió durante la entrevista fue la historia de un japonés que llegó a La Estación de El Espinar y le preguntó que dónde estaba la Plaza de Toros, porque toreaba Finito de Córdoba en el pueblo, y este le seguía desde Japón todos los años por las diferentes ferias de España.
La evolución del tren
En 1984, la estación de tren del municipio funcionaba con un sistema de palancas y artilugios, la gran mayoría de accionamiento manual, que para su momento era un sistema muy avanzado y muy eficiente. “Nuestra labor era, y es, hacer itinerarios para que los trenes entren y salgan de las estaciones a las vías que nosotros marcamos”, y esas vías en su día se marcaban con agujas, que son los desvíos de los carriles, accionadas por marmitas, que eran una especie de palancas con contrapesos para hacer cambiar el sentido de las vías.
El avance de la tecnología supuso que se pasara de tener que estar en cada aguja moviendo la vía a mano, a un sistema central ubicado en la estación, en el que con unas palancas que se bajaban y se subían, se transmitía la acción a la vía y se movía la aguja. Este nuevo sistema permitió, además de mover las agujas, bloquear otras acciones, es decir, generar movimientos incompatibles en la vía. Por lo que aumentó también la seguridad.
Así funcionaba la estación de tren en El Espinar hasta el año 2008, cuando se concentraron las palancas de control de las vías, que antes se controlaban desde las diferentes estaciones, en un puesto central como puede ser el de Madrid o el de Barcelona. Todo concentrado y todo electrónico. Se pasó de controlar el tráfico ferroviario mediante palancas a controlarlo desde un ordenador.
Cambió la forma de trabajar en la empresa, “aquí cuando yo llegué, digamos que hacíamos todo. Poco de todo, pero todo a la vez. Entonces, igual movíamos las agujas, hacíamos lo que es la circulación, que es propiamente nuestro trabajo, como atendíamos al público, vendíamos los billetes y demás…”, asegura José Luis.
Actualmente, José Luis continúa viviendo en la estación de tren, pero no trabaja allí, dado que no hay cometido que realizar. “Lo que estoy haciendo actualmente es ir a otras estaciones que sí que hay responsabilidades de circulación, como Villalba, El Escorial, Cercedilla… a hacer esas funciones”, comenta..
Futuro del tren de cercanías
“No sé, yo siempre he sido muy optimista con este tren. Quizá no sea realista, pero yo creo que el futuro del ferrocarril pasa porque estas líneas se mejoren y se implemente la circulación. Si estamos hablando de medios sostenibles, y de medios saludables y demás, pues yo creo que, independientemente de que cada uno se mueva en el transporte que más le interese en cada momento, el ferrocarril teniéndolo como le tenemos, creo que no debería desaparecer de ninguna manera. Se tendría que implementar y tendría que dar servicio y habría gente que lo utilizaría. Siempre lo utilizaba la gente aquí, pero hace falta que haya más trenes”, concluía José Luis del Val hablando sobre el futuro del tren de cercanías, en concreto, por la estación de nuestro municipio