Fernando Villalba
El pasado mes de septiembre fue histórico en el municipio de El Espinar en lo meteorológico, ya que registró un total de 228 litros por metro cuadrado, siendo con diferencia, el más lluvioso de los últimos 38 años (Figura 1). El que ostentaba esa categoría hasta entonces era septiembre de 2021, cuando cayeron 124 litros (la media mensual es de 35), un dato que se superó en tan solo un día, lo que da una idea de las dimensiones del hito.
La tromba de agua ocurrida la noche del 3 de septiembre fue ocasionada por una línea de tormentas muy activa que permaneció estática durante varias horas sobre el pueblo. La causante de esta situación meteorológica adversa fue una DANA (depresión aislada en niveles altos), la cual favoreció que se canalizara el viento procedente del Mediterráneo y cargado de humedad hacia el centro de la península, lo cual alimentó de vapor de agua las tormentas.
Tras los cuantiosos desperfectos ocasionados por este extraordinario episodio meteorológico, muchos lectores pueden plantearse si es posible que este tipo de fenómenos se den con una mayor frecuencia en el futuro, y la pregunta es tan buena como difícil de responder.
España es un país en donde desde siempre se suele decir que la lluvia no sabe llover, pero esto puede estar volviéndose norma habitual, y en esto tiene un papel fundamental el calentamiento global.
Se sabe que una mayor temperatura del mar implica que pueda haber una mayor evaporación, y a su vez una mayor temperatura atmosférica tiene mayor capacidad de contener humedad. Esto tiene unas implicaciones directas en la forma de llover, ya que una atmósfera más caliente tiene capacidad de generar precipitaciones más intensas bajo las mismas condiciones meteorológicas que en tiempos pasados. De hecho, numerosos estudios apuntan que es precisamente la región mediterránea en donde está aumentando más claramente la frecuencia e intensificación de las situaciones que provocan lluvias muy fuertes o torrenciales.
Organismos científicos como el CEAM han estimado que en las últimas décadas la temperatura superficial del mar Mediterráneo ha aumentado, de media, 1,3ºC respecto a los años ochenta.
Esta tendencia al alza en las temperaturas marinas también se observa en el océano Atlántico. Un ejemplo lo tuvimos el pasado mes de octubre con una borrasca atlántica que, aunque no afectó directamente a El Espinar, en la ciudad de Madrid batió el récord absoluto de precipitación en 24 horas de la estación de El Retiro, que lleva registrando datos desde hace más de 150 años.
Y es que este otoño está siendo excepcional en el centro de la península, con trombas de agua cuya explicación es muy difícil si excluimos del análisis el aporte adicional de humedad que supone la mayor temperatura de lo normal que tienen las masas de agua que circundan nuestro país.
Pese a todo, hay que tener en cuenta que este hecho no implica directamente tener lluvias torrenciales; se tienen que dar otros ‘ingredientes’ atmosféricos, como por ejemplo la presencia de una DANA. El mar en este caso es como el tanque de gasolina de un automóvil. Si ese tanque de gasolina está lleno, tienes más potencial de hacer un largo viaje en el coche. Pero, incluso si el tanque está lleno, no podrás moverte a menos que enciendas el motor.
La respuesta fácil a la cuestión que plantea el titular es que, según con los escenarios climáticos previstos en nuestra región, es posible que la tendencia a futuro vaya encaminada a una reducción del número de días de precipitación, pero con un incremento de la intensidad. Es decir: lloverá menos días, pero más cantidad.
Hay que tener en cuenta que esta tendencia parece más demostrada en zonas cercanas a la costa, y que debido al emplazamiento de El Espinar en el centro de la península este factor puede estar algo más mitigado.
Analizando los datos de las observaciones meteorológicas realizadas desde 1986 en la estación meteorológica de San Rafael se podría determinar de una manera más precisa si, como apuntan las proyecciones climáticas, ha aumentado la concentración de las precipitaciones en los últimos tiempos. Porque no hay mejor entendimiento del futuro que conocer bien el pasado.