Nacho Lasheras
En el anterior artículo comenté cuál era el significado de Europa para los griegos. De acuerdo con ellos, lejos de ser un continente, Europa no era más que una princesa nacida en Oriente Medio. Durante mucho tiempo, Europa también ha estado ligada al cristianismo. Si bien es cierto que la cultura actual debe bastante a la filosofía cristiana, la religión también ha sido un punto de desencuentro en nuestra región.
Para empezar, es bien conocido que no existe una única vertiente cristiana en toda Europa. Mientras que en el este existe una mayoría de países ortodoxos, en el sur conviven varios estados católicos y en el norte predominan las naciones protestantes. Estas divisiones se han forjado a lo largo de toda la historia a través de conflictos como la guerra de los treinta años.
Sin embargo, ni siquiera los católicos han gozado siempre de unidad. Por ejemplo, en el año 1307 la sede del Papa se trasladó a Avignon (Francia). Este cambio provocó fricciones entre los franceses e italianos, y cada uno propuso un Papa distinto. De hecho, en Avignon llegó a haber un Papa zaragozano, Pedro de Luna, más conocido como el Papa Luna. Finalmente, todo este lío se zanjaría con el Concilio de Constanza, volviendo el papado a Roma.
Si bien es cierto que la religión no siempre ha sido un elemento de cohesión, sí que podemos hablar de una importante herencia cultural y política. Por ejemplo, la defensa de que todos somos iguales ante Dios, es la semilla del concepto moderno de igualdad, bandera de la revolución francesa en 1789. Aunque exista una importante influencia, Europa no es sólo cristiana, existen otras religiones e ideologías que han moldeado el continente. Pero esto es tema para otro artículo.