Ha pasado más de un mes desde aquel fatídico 29 de octubre en el que una DANA arrasó gran parte de la Comunidad Valenciana dejando a su paso más de 220 fallecidos y unos destrozos que aún continúan en las zonas más afectadas. La Voz de El Espinar ha recabado el testimonio de algunos espinariegos y espinariegas que se han desplazado hasta los municipios destrozados por el temporal para aportar su granito de arena en esta ola solidaria que se ha volcado con este trágico suceso. Esto es lo que nos han contado:
“Yo no había visto una cosa igual en mi vida. Parece una zona de guerra”
Desde el 4 hasta el 17 de noviembre un total de doce agentes de Policía Local de El Espinar, en turnos de 3 o cuatro días, estuvieron colaborando con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado desplegados en las zonas afectadas por la DANA en la Comunidad Valenciana. Un trabajo de los agentes municipales que ha sido totalmente voluntario, es decir, no han recibido compensación económica alguna.
Tras realizar las solicitudes y tramitaciones necesarias para poder ir a esas zonas de manera institucionalizada, es decir, como agentes de policía, contactaron con un municipio en particular, Sedaví, aunque también prestaron servicio en las localidades de Paiporta y Catarroja, en los que desarrollaron, sobre todo, funciones relacionadas con el tráfico y la seguridad ciudadana, pero atendieron igualmente causas humanitarias que surgieron durante sus labores.
“Yo no había visto una cosa igual en mi vida. Nunca me ha impactado algo como eso. Cualquiera de los que hemos estado allí, cualquier persona que pasó por allí, te dice lo mismo, parece una zona de guerra”, asegura el jefe de Policía Local de El Espinar, Pedro Martín. De su colaboración en las zonas más afectadas se trae “una cosa buena y una mala, la buena es la solidaridad de la gente que, sin conocimiento, de una manera totalmente alocada, como es lógico, no se le puede achacar nada a la gente que va a ayudar, porque ellos van a ayudar y lo que tiene que haber es un canal de organización y de comunicación, que el problema es que no hay. Entonces la buena es la solidaridad y la mala el desastre organizativo, que es el que provoca realmente que avancen muy poco”.
Además de la Policía Local, la Agrupación de Protección Civil de El Espinar también estuvo presente en las zonas afectadas. En concreto y, en primer lugar, enviaron un convoy de ayuda alimentaria con un total de 7.000 kilos de comida recogida durante el jueves 31 de octubre hasta el municipio de Paiporta. Y, después, tras haber recogido en el municipio los días 3 y 4 de noviembre las donaciones de materiales como palas, cepillos, esportones, eslingas, botas de agua, guantes, mascarillas… el martes 5 de noviembre, y acompañados por otras asociaciones de protección civil de la zona, partió un convoy encabezado por la agrupación espinariega para entregar el material recabado y para realizar tareas de limpieza, desescombro, achique y rescate en las zonas afectadas por la DANA.
“Sabemos que es una carrera de fondo y si tenemos que volver, volveremos”
El Centro Veterinario de El Espinar también se ha sumado a la ola solidaria con los afectados por la DANA. Centrado en su sector, desde la clínica espinariega surgió la idea de ayudar a sus homólogas en las zonas devastadas recogiendo productos que más tarde se llevaron hasta esos lugares. Llenaron una furgoneta repleta con “un poco de todo, tanto cosas a nivel de la clínica veterinaria, como mucho pienso, muchas mantas, camas, etcétera. Mucho pienso específico para problemas veterinarios, diarrea…”, apuntan.
Estuvieron ayudando y abasteciendo los refugios “Ribercan”, “El Refugio de María” y “S.U.P.A.P”, y la Clínica Veterinaria Capicúa, ubicada en la localidad de Aldaia. Mónica Rodríguez y Diana Simmonds, auxiliar de veterinaria y veterinaria, respectivamente, fueron las encargadas de trasladar todos los productos en el viaje que realizaron los días 16 y 17 de noviembre.
“Nuestro plan, en un principio, era dormir en la furgoneta. Pero una chica, la de la primera clínica veterinaria a la que fuimos, nos dijo que nos quedáramos en su casa y nos acogieron súper bien. Estaban súper agradecidos”, comentan. Las profesionales desplazadas hasta allí, explican que entre los problemas más comunes de los animales a los que pudieron atender, “sobre todo, con el problema de aguas sucias y demás, mucha diarrea y muchos problemas de enfermedades vectoriales, pieles, por estar mojados…”.
Preguntadas por lo que vivieron, relatan que “a 50 minutos de los pueblos más afectados ya empiezas a ver coches abandonados, carreteras devastadas, cañas por todos lados… y ya dentro de los pueblos, que siguen estando como estaban, prácticamente, es como una zona de guerra, es muy duro”. “Te llama muchísimo la atención las filas y filas y filas de coches destrozados que hay”, y les sorprendió que “para haber perdido todo, lo bien que está esa gente mentalmente. Nos pareció impactante. Y lo que se ha volcado la gente en la adopción. En una de las clínicas a la que fuimos tenían 30 perros y se han quedado con 10 o 12. Es una barbaridad como se ha volcado la gente con eso”.
“Sabemos que es una carrera de fondo, que no hay que ayudar todo ahora, que va a llevar meses y que se nos olvidará dentro de unos días, así que tienen nuestro teléfono para lo que necesiten, y si tenemos que volver, volveremos, vamos, con los ojos cerrados”, aseguran desde el Centro Veterinario El Espinar.
“Hay gente que ha perdido todo… es que no tienen nada”
Marta Vicente y Almudena Alonso, de la tienda de ropa y complementos Inefable de El Espinar, además de otros espinariegos, como Carmen Fernández, que precisamente vive actualmente en la capital valenciana, y los veraneantes Diego Gallego y Carlota López, realizaron labores de limpieza y ayuda en general los días 8, 9 y 10 de noviembre en los municipios de Algemesí y Catarroja. Todos ellos durmieron durante estos días en casa de Carmen Fernández, en el centro de Valencia.
Las gerentes de la tienda Inefable comenzaron una recaudación de dinero para después comprar productos y repartirlos en las zonas afectadas. Recaudaron casi 700 euros, y “antes de ir a Valencia, pasamos por el polígono Cobo Calleja y compramos ropa interior, productos de higiene, herramientas…”, básicamente ese tipo de productos, tal y como explican Almudena y Marta, que en un principio tenían pensado ir en un solo coche, y tuvieron que ir en dos para que entrase todo el material que pudieron comprar con el dinero que consiguieron.
El sábado 8, tras la llegada a Valencia y la organización de todo el material recaudado, estuvieron ayudando en Algemesí, y el domingo 9, en Cartarroja. Explican que cada localidad fue diferente, en el primer municipio fue más ayuda de escucha, de comprensión y de desahogo a los vecinos, y en el segundo de limpieza de garajes, sobre todo. “De los garajes sacabas de todo… zapatos, troncos de árboles, ramas, excrementos… olía… nosotros nos echamos Vicks VapoRub para poder aguantar los olores, además de llevar mascarillas y toda la protección necesaria”.
“Te vuelves a casa muy triste, porque escuchas todo tipo de testimonios, desde gente que está viviendo en casa de familiares porque han perdido la suya, como mal menor, hasta gente que te dice que se quiere morir porque no tiene fuerzas para salir adelante. Entonces te vuelves a casa con el corazón encogido. Más que por lo que ves, porque yo lo he dicho siempre, que lo que veía en las calles, al final, está en los medios de comunicación y en las redes sociales, y te puedes imaginar lo que vas a ver, pero escuchar a la gente hablar tan hundida, en shock, gente que no sabia para dónde ir, porque al final han perdido todo… es que no tienen nada”, cuenta Almudena. Cuando fueron habían pasado más de 10 días del suceso y “había gente que llevaba con la misma ropa desde que pasó…”. Relatan que las tareas de limpieza eran frustrantes, porque “por mucho que intentábamos ayudar, era una impotencia… porque estábamos limpiando algo que no se terminaba de limpiar y que no se podía salvar”.
“A mí me impresionó que girabas la cabeza hacia un lado y estaba todo destrozado, y girabas la mirada hacia el otro y peor aún”, asegura Marta, que señala que “vuelves con pena y tristeza, pero a la vez reconfortado, porque sabes que aunque haya sido poquito pero has ayudado a un señor a limpiarle la cocina un poquito, entonces vienes reconfortado”. Ambas resaltan, aparte de esto, el agradecimiento mostrado por todas las personas a las que han ayudado. “Se te saltaban las lágrimas de decir, que no me tienes que agradecer de esta manera, porque no tenéis nada, no me deis lo poco que tenéis”, concluyen.
“Parece un ambiente de guerra, está todo arrasado”
El bombero espinariego del cuerpo del Ayuntamiento de Alcorcón, Guillermo Montero, estuvo en la zona los primeros días tras el suceso, del domingo 3 al miércoles 6 de noviembre, en el municipio de Catarroja. Una localidad en la que, junto a otros compañeros, estuvieron realizando labores de achicar agua en garajes, de mover vehículos, de realizar algún rescate, etc. “Cuando llegas te supone un shock, lo ves todo destruido. Parece un ambiente de guerra, está todo arrasado. Y en ese primer momento entras más en shock, cuando ves todo al principio. Pero luego, a la hora de trabajar, nosotros nos ponemos como en nuestro trabajo diario, que es llegar a sitios donde ha pasado algo. Esto era peor porque, claro, era multiplicado por 10.000, pero nosotros teníamos que hacer un trabajo concreto y nos dedicábamos a hacer ese trabajo”, asegura el bombero.
Preguntado por si se había enfrentado en su trabajo a una situación así, a algo tan duro, Guillermo declara que “no, a algo tan duro no, esto era demasiado”. Entre las cuestiones que más le han impactado estos días, “la tranquilidad con la que te hablaba la gente que había perdido las cosas, el saber estar. Porque cada vez que estabas haciendo una labor, a lo mejor se te acercaba a alguien y te preguntaban, y ellos hablaban con mucha tranquilidad, no se les veía muy alterados, eso me sorprendió bastante. Aparte de toda la catástrofe que había… edificios medio derrumbados, casas, coches en filas, uno encima de otro, hasta tres y cuatro vehículos, uno encima de otro, eso fue… pero, sobre todo, hablar con la gente de allí… estuvimos con un chaval de unos 20 años, que había perdido a su padre, y estuvo con nosotros diciéndonos que si podía ayudarnos y nos estuvo contando cómo había perdido al padre, y el chaval súper entero, y eso me impactó”.
“Volvieron las risas, las carcajadas, los columpios”
El espinariego y bombero forestal de la Comunidad de Madrid Sergio Martín, a través del contingente organizado desde su equipo, ha estado realizando durante una semana labores de achicar agua y barro de garajes, sacar enseres de trasteros, limpieza de calles… Pero explica que “lo que pasa es que aquí te encuentras cualquier cosa, o sea, puedes hacer cualquier cosa, porque al final, si hay alcantarillas que están atascadas, intentas desatascarlas para ver si luego la puedes limpiar. Si vienen los poceros les echas una mano. Si viene la UME, pues te sumas a ellos o ellos se suman a ti, depende del trabajo que estés haciendo, y trabajas de forma conjunta… hemos trabajado con una multitud de cuerpos, con bomberos de Orense, con los propios bomberos de aquí del Consorcio de Valencia…”
Ubicados en la universidad politécnica de Valencia, donde dormían en un pabellón con más profesionales de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado desplegados allí, comenta que sus trabajos se han centrado en las zonas de Paiporta y Picaña, y lo que es el barranco que discurre por esa parte.
“Todo es un carrusel emocional y físico, porque todo el trabajo aquí es físico, pero emocionalmente te vienes mucho abajo porque cada persona es una historia, cada esquina que giras es una historia, cada trastero que quitas al final es la vida de unas personas. Es bastante duro, física y emocionalmente. Y luego todavía hay mucho trabajo que realizar, mucho trabajo a nivel de infraestructuras, de limpieza y de reconstrucción, por así decirlo. Cuando entras en estas zonas es como una zona de guerra en la que cualquier descampado ha servido para acumular coches, acumular lodo y demás. Todo está afectado”, declara Sergio.
De todo lo vivido estos días, se trae al pueblo una historia en la que una niña de tres años les contó que ya no podía ir a un parque en el que jugaba en Picaña. Los bomberos forestales limpiaron ese parque y a la mañana siguiente la niña, y otros pequeños, pudieron volver a su espacio de diversión, “volvieron las risas, las carcajadas, los columpios… yo creo que es mejor eso que buscar la parte mala, que la parte mala es todo. Todo son historias trágicas porque la gente lo ha perdido todo. El 90% de los coches los han perdido, el 90% de las casas bajadas las han perdido. Y lo bueno, pues, la solidaridad de todo el mundo. Ellos se vuelcan en ti para que tú estés bien, cuando ellos están totalmente abatidos. Pero intentan que no te falte de nada, y nosotros intentamos ser recíprocos en ese aspecto e intentar ayudarles a ellos en lo que podamos”.
“Estás allí y parece que estás en un país que ha sufrido un tsunami”
Marta Hernández, estudiante del Criminología y vecina de Villalba, pero veraneante en El Espinar “de toda la vida”, ha estado ayudando dos veces en la zona afectada por la DANA. En su primer viaje solidario, del 5 al 7 de noviembre, tenían un conocido en un puesto de recogida en Paiporta, así que fueron para allá y realizaron labores “tanto de descargar el material que llevábamos nosotros desde Villalba, como para dar comida caliente, y también acercarnos a las casas que más o menos podíamos intentar llevar lo que no llegaba a esos puntos”, comenta Marta. Estos días se pudo alojar en una casa que habían alquilado su hermano, Javier, también veraneante del pueblo, y sus amigos, que también estuvieron colaborando en las zonas afectadas.
El segundo viaje, del 10 al 12 de noviembre, también estuvo ayudando en el municipio de Paiporta, pero, sobre todo, “estuvimos en Masanasa, que sí que es verdad que es un pueblo que en cuanto a destrozos pues tiene menos que Paiporta, pero el problema es que la gente está sufriendo de la misma manera. Se nota mucho la diferencia, porque Paiporta sigue siendo una zona de auténtico caos, pero ahí también la gente necesita ayuda, hay gente mayor que no puede salir de casa, hay gente que necesita, aunque sea, que vayas y les des un abrazo…”.
“Lo que más me ha impactado es que no parece España. O sea, tú estás allí y parece que estás en un país que ha sufrido un tsunami. Y es tal caos por todas partes que yo creo que eso es lo que más impacta, cuando estás allí, mires donde mires, es todo catastrófico”, asegura Marta, que insiste en que “cuando estás allí el ruido, los helicópteros, las ambulancias, todos los cuerpos trabajando, la cantidad de gente que hay allí, gente que llora, gente que, a pesar de estar como está, intenta sacar un poco de alegría, entonces eso es lo que, el verlo allí, el escuchar a la gente, el ir a las casas y escuchar historias, creo que eso es lo que no se puede ver en redes sociales y más duele”.
“Tienes la sensación de que no estás haciendo nada, porque como hay tanto que hacer”
La veraneante del municipio que actualmente estudia las oposiciones a Policía Municipal, Bárbara Porta, estuvo en la zona una semana después del fatídico 29 de octubre. En concreto, ayudó en los municipios de Picaña y Paiporta los días 4 y 5 de noviembre. Su aventura solidaria comenzó por responder, a través de las redes sociales, a un cantante que estaba buscando cómo ir hasta Valencia. “Fui con un cantante, con NANO Mz. O sea, en verdad fue un poco una aventura también por esa parte, porque subió un cantante en historia a Instagram, que quería ir a Valencia, que si alguien tenía coche y yo le contesté, y por eso me fui para allá porque compartí el viaje con él”, explica Bárbara.
El primer día estuvo ayudando a una amiga a la que se le inundó el garaje, “estuvimos pues sacando agua y limpiando”. Y el segundo, en Paiporta, “fuimos a una casa de un señor que no conocíamos y estuvimos sacando todo el barro que pudimos. Los chicos como eran un poco más fuertes se encargaban de sacar los cubos llenos de barro. Y entre otra chica y yo, íbamos con las escobas empujándolo hacia afuera para poder sacarlo al exterior”.
“Por mucho que lo ves, te mentalizas y preparas para ello, no es lo mismo que estar viviéndolo y sintiéndolo. Todas las sensaciones que te produce, el olor que tiene el barro, el ver cómo está todo destrozado…”, comenta preguntada por lo que se siente al estar en las zonas más afectadas. Una de las cosas que más le ha impactado ha sido el ver a tanta gente ayudando y “tienes la sensación de que no estás haciendo nada, porque como hay tanto que hacer, sientes que es súper poco lo que estás haciendo”. También le gratifica “haber aportado un granito de arena, y me sorprende para bien lo solidaria que es la gente cuando quiere. Y que da igual que conozcas o no conozcas a la persona a la que estás ayudando, que luego todo el mundo te lo agradece un montón”.