EL TIEMPO ES NOTICIA
Mirando un mapa, quizá alguna vez se hayan planteado por qué si España se encuentra a una latitud similar a la del norte de Estados Unidos o Canadá, no tenemos un invierno ni tan frío ni nivoso como los de Norteamérica. Y es que, efectivamente, la ciudad de Segovia está a la misma distancia del ecuador que Nueva York, pero es evidente que el clima es muy diferente.
Esto es debido, entre otros factores, a las corrientes marinas profundas, las cuales, a diferencia de las superficiales, se mueven por diferencias de temperatura y salinidad, conformando lo que se denomina circulación termohalina. Esta gran cinta transportadora de agua marina profunda a escala global nos afecta de forma muy significativa en Europa. Con su movimiento, transporta en el norte del Océano Atlántico una enorme masa de agua relativamente cálida desde el golfo de México hacia Escandinavia, a través de la corriente que toma su nombre: Corriente del Golfo. Esta corriente, forma parte de la circulación de retorno meridional del Atlántico (AMOC, por su sigla en inglés). Frente a las costas occidentales europeas, esta corriente favorece que la temperatura de las aguas que la bañan sea notablemente más cálida que las situadas a la misma latitud en otras regiones del hemisferio norte. Este hecho provoca que la temperatura media sea varios grados superior a la que tendríamos sin su existencia, inviernos más benignos e impide la formación de hielo marino en el norte del continente.
Pero este rasgo característico del continente europeo puede estar en entredicho en el futuro, debido a lo que, desde hace años, la ciencia climática viene vigilando y que está causado por el calentamiento global, que es especialmente agudo en el polo norte. El derretimiento acelerado de la capa de hielo de Groenlandia podría aportar una cantidad de agua fría y dulce al océano que fuera suficiente para frenar la creación de aguas profundas en el Atlántico Norte. Esto ya ha ocurrido en otras ocasiones en el pasado, como demuestran los estudios paleo-climáticos.
Con este debilitamiento de la circulación, el occidente de Europa podría experimentar un enfriamiento significativo, especialmente en invierno, ya que el transporte de calor desde los trópicos hacia el norte se vería comprometido.
En efecto, por contradictorio que parezca, la tendencia global de calentamiento que experimenta el planeta desde hace décadas podría verse revertido, aunque sólo en Europa, ya que las consecuencias de que se frenara la AMOC tendrían efecto directo en nuestro continente. Esta paradoja en el futuro climático dirige una atención relevante de la comunidad científica por razones obvias, y hace unos días se publicó un artículo que ha sido noticia en varios medios de comunicación. No es el primer trabajo que versa sobre la ralentización de la AMOC, pero para su elaboración se ha utilizado la que probablemente es la mayor simulación de la circulación marina atlántica realizada hasta la fecha. Durante seis meses, un modelo de última generación ha podido reconstruir el comportamiento de la AMOC a lo largo de 4000 años, algo posibilitado por el avance de la supercomputación, capaz de trabajar con una cantidad de datos inviable para los ordenadores del pasado.
Los resultados obtenidos en el estudio se resumen a continuación. 1) El grupo de investigación ‘descubrió’ un nuevo tipo de señal de alerta temprana, que se basa en el transporte de agua dulce de la AMOC en la entrada del Atlántico Sur, aproximadamente a unos 34º sur. 2) Se confirma que la AMOC tiene un punto de inflexión más allá del cual se desintegraría si el Océano Atlántico norte se diluye con agua dulce (proveniente del aumento de las precipitaciones, la escorrentía de los ríos y el agua de deshielo). 3) Evaluando con los datos más recientes la señal de alerta temprana propuesta, concluyen que el punto de inflexión tendría lugar entre 2025 y 2095 (nivel de confianza del 95%). No presentan una estimación más concreta del período de tiempo en el que se alcanzaría ese punto de inflexión debido a que para establecerla serían necesarias más observaciones de la circulación oceánica. 4) El estudio también proporciona simulaciones más detalladas y de mayor resolución de los impactos de un colapso de AMOC en el clima, aunque considerados de forma aislada y no combinados con los efectos del calentamiento global presente. La temperatura descendería en varias ciudades europeas entre 5°C y 15°C. Muestran cómo, en particular, el norte de Europa, desde Gran Bretaña hasta Escandinavia, sufriría impactos devastadores, con un enfriamiento de las temperaturas invernales de entre 10 °C y 30 °C para dentro de un siglo. Las consecuencias en España serían menores.
Finalizo parafraseando la opinión que hace un climatólogo sobre este puntero estudio, que podéis leer en www.realclimate.org: “Dados los impactos que tendría el riesgo de un colapso de la AMOC, es algo que debe evitarse a toda costa. (…) Cuando tengamos una señal de alerta definitiva será demasiado tarde para hacer algo al respecto, dada la inercia del sistema.”.