NUTRICIÓN
Si a ti también te tienen majara con este tema —que si lo mejor es el ayuno, que si el cerebro necesita azúcar a primera hora—, voy a tranquilizarte: ¡ni blanco ni negro!
De hecho, el desayuno no siempre fue como lo conocemos hoy. Su evolución ha estado marcada por cambios sociales, avances tecnológicos e intereses de la industria alimentaria:
- En la época romana, muchos preferían saltárselo y hacer solo una comida al día.
- En la Edad Media, la Iglesia lo consideraba un acto de gula, (salvo para trabajadores y enfermos).
- Con la Revolución Industrial, se consolidó como una necesidad antes de largas jornadas laborales (¡había que comer antes de currar!)
- En el siglo XX, Kellogg’s y otras empresas de cereales en EE.UU., con una excelente estrategia de marketing, promovieron la idea de que el desayuno era la comida más importante del día. (¿Y qué casualidad que sus productos fueran los protagonistas de ese mensaje?)
Esta idea aún sigue presente en muchas mentes, pero hoy, gracias a la investigación en nutrición, sabemos que:
¡EL DESAYUNO NO ES OBLIGATORIO!
Su importancia depende de cada persona. Por ejemplo, si te despiertas sin hambre o prefieres entrenar en ayunas, no pasa nada por saltártelo. Pero si eres de los que sin desayuno no eres nadie… ¡desayuna!
Eso sí, lo importante es qué desayunas. Evita ultra procesados como galletas o cereales azucarados, que sacian poco y aumentan el hambre rápidamente.
Y… ¿Cómo es un desayuno completo y saludable? ¡Pues también depende!
Depende de tu alimentación general, tu tiempo, tu apetito y tus horarios. Sin embargo, en líneas generales, un buen desayuno debería incluir:
- Frutas y hortalizas,
- Cereales integrales,
- Proteína vegetal (hummus, tofu…) y/o animal (huevo, conservas de pescado…),
- Grasas saludables (AOVE, aguacate, frutos secos y semillas…)
Algunas ideas de desayuno que cumplen estas características pueden ser:
- Gachas o porridge de avena con frutas y frutos secos;
- Tostadas de pan integral de todo tipo (aguacate y salmón, rúcula y humus, tortilla de espinacas, revuelto de tofu, crema de cacahuete y plátano, tomate con atún o con mozzarella y aceitunas, sardinillas con pimientos del piquillo…);
- Bowls de yogur o kéfir con frutas y semillas;
- Crepes o tortitas de harinas integrales…
¡Como ves, las opciones son infinitas! Lo importante es que se adapte a tu estilo de vida y necesidades.