Tras finalizar sus estudios en los Países Bajos, en concreto en la ciudad de La Haya, el espinariego Miguel Esperanza debía prepararse para la mudanza de sus bártulos. Y no es una mudanza cualquiera. El trayecto por carretera es de más de 1.500 kilómetros. Se lo comentó a sus amigos, y lejos de darle una solución que no les implicase, se les ocurrió ayudarle. Ayudarle y a la vez disfrutar del viaje. Y tanto que lo han hecho. Ha sido una mudanza convertida en una aventura de más de 4.000 kilómetros en caravana, que los ha llevado a conocer varias ciudades y lugares del centro de Europa.
Miguel Esperanza acompañado de sus cinco amigos Jorge San José, Álvaro González, Emilio García, Iván Pérez y Alfredo Marco partieron desde El Espinar con su caravana el pasado 6 de diciembre. Y en esa primera jornada del viaje realizaron un total de 1.100 km. Desde el municipio partieron con destino, y primera parada, a Burdeos, luego a Saint-Malo y finalmente al Monte Saint-Michel. En total 12 horas y media conduciendo.
El segundo día recorrieron un total de 800 km en, aproximadamente, nueve horas de trayecto desde el Monte Saint-Michel hasta, primero, Étretat, que es una localidad situada en la zona francesa de Normandía; llegar después a la ciudad belga de Gante; y, por último, al destino principal del trayecto, por aquello de la mudanza, que era La Haya.
Una vez recogieron las maletas y los enseres de la vivienda de Miguel en La Haya, partieron en la tercera jornada del viaje rumbo a la capital francesa. Cinco horas de trayecto, unos 500 km en la autocaravana, y estaban en París. Visitaron toda la ciudad con la intención de dejar para el final la visita a la Torre Eiffel, con tan mala suerte que, sus luces se apagan a las 23:45h, y cuando se estaban acercando al monumento, apenas les quedaban cinco minutos para llegar a los pies de la estructura, vieron como se apagaba.
Dejaron atrás París y su Torre Eiffel en el cuarto día del viaje. Pusieron rumbo a Toulouse. Siete horas conduciendo para recorrer los 650 km que distancian a las dos ciudades francesas. Y, por último, desde la capital de Occitania, regresaron a casa, a El Espinar, en una jornada de 780 km y prácticamente 8 horas al volante.
No merece la pena contar los kilómetros, las horas al volante que han hecho, la gasolina que se han gastado, lo poco que han dormido… merece la pena, y hay que resaltar, que una mudanza se puede convertir en una aventura con letras mayúsculas, y estos espinariegos nos lo han demostrado.