PRETÉRITO IMPERFECTO – Carlos Parrilla
Hace un siglo, España vivía un momento de optimismo, la economía prosperaba, la estabilidad social parecía asegurada (aunque a costa de una dictadura) y el fin de la guerra de África estaba a la vista. El Espinar no fue ajeno a los grandes acontecimientos nacionales, pero también vivió su pequeña historia.
Nada hacía presagiar que, solo seis años después, la monarquía de Alfonso XIII caería de manera estrepitosa. A principios de 1925, los medios de comunicación presentaban un panorama de felicidad y apoyo incondicional al rey, con noticias sobre fiestas, marquesas y besamanos.
El 23 de enero se celebró en Madrid un acto multitudinario de adhesión al monarca por el día de su santo, aunque el verdadero motivo era acallar las críticas por su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera, su responsabilidad en el desastre de África y los rumores de corrupción. La manifestación quiso poner en evidencia el apoyo popular al rey y las diputaciones y alcaldes de toda España, entre ellos el de El Espinar, se congregaron en la capital, desfilando ante Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia. Como cierre del evento, se organizó un banquete en el Palacio Real. La selección de los asistentes se hizo mediante un sorteo y uno de los afortunados fue Galo Maricalva. Sin embargo, aunque su nombre figuraba entre los invitados, no se sentó en la mesa principal junto a los monarcas. Las mesas eran muchas y el espinariego terminaría en alguna esquina del salón como los niños revoltosos en las bodas. En recuerdo de esa jornada, se acuñó una medalla conmemorativa que los alcaldes asistentes podrían lucir, eso sí, comprándola al precio de 10 pesetas.
El año continuó en tono monárquico. La infanta Isabel, tía del rey, visitó El Espinar en el mes de abril, fue recibida con todos los honores por las autoridades y los vecinos, se leyeron poesías y hasta bailó una jota. En noviembre, el Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón, también pasó por la localidad en el marco de unas maniobras militares. Como colofón, el rey Alfonso XIII felicitó al municipio a través de una Real Orden por la organización de la “boda serrana”, celebrada el verano anterior (Gazeta del 25 de enero).

La infanta Isabel (J.M. López Mezquita 1915)
En el colmo de lo aristocrático, un grupo de autoridades locales y veraneantes de alto copete organizó en septiembre una “asamblea pro-cultura” en el palacio de los marqueses. Se pronunciaron conferencias sobre la moral y la decencia y al final de la jornada repartieron ejemplares de un curioso periódico, El Bien Hablar, editado por la Liga Contra la Blasfemia.

Cabecera de la revista El Bien Hablar
ANDAR POR CASA
Mientras tanto, en el pueblo, la vida seguía su curso con sus propias preocupaciones, pleitos y desavenencias, ajenas a los grandes sucesos políticos. Un ejemplo fue el conflicto por el pilón de la Corredera, la vecina que lo tenía pegado a su fachada pidió que lo retiraran o por lo menos lo sustituyeran por una fuente pequeña, por las molestias que ocasionaba el ganado, ensuciando la calle y poniendo en riesgo la salud pública, además de ser un peligro para los niños. Sin embargo, el ayuntamiento decidió no moverlo, argumentando que era necesario para abastecer de agua en caso de incendio.
Por otro lado, las tragedias también dejaron su huella. En junio, un vecino de El Espinar perdió la vida al intentar esquivar una locomotora de maniobras en la estación de Villalba y más tarde, en octubre, otro hombre fue arrollado por el tren en el interior del túnel del puerto.
Los delitos no fueron ajenos a la vida local. En Valladolid se detuvo a un ladrón que había robado 4.000 pesetas en San Rafael, vinculado también a un robo en la fábrica de harinas de Sanchidrián. Sin embargo, el caso más curioso fue el de un vecino que fue arrestado por amenazar al presidente de la Forestal Espinariega, la empresa maderera, con quemarle un pajar si no despedía al administrador de la sociedad.

Carrera de las doce horas por el Portachuelo. Heraldo Deportivo BNE-coloreada
Finalmente, un grupo de vecinos denunció al obispo la actuación del coadjutor de la parroquia, que había dejado de oficiar una misa en la iglesia para celebrarla en un lugar privado. Al obispo no le sentó bien la crítica y respondió de modo bastante soberbio, pero los espinariegos no se achantaron y mandaron la contestación a la prensa, que puso al prelado de vuelta y media, por supuesto sin perder las formas y con un punto de sorna: “Ese escrito (…) redactado en muy mal castellano, sólo puede ser obra de un familiar de su ilustrísima, distraído o destemplado, pero nunca del señor obispo de Segovia” (El Mundo 22-7-1925).
En abril, tras varias gestiones, el Ayuntamiento consiguió ceder a la Diputación la carretera de la estación, alegando que era utilizada por los vecinos de varios pueblos, aunque a cambio, El Espinar se comprometió a aportar piedra para su mantenimiento. También se publicó un curioso inventario de los bienes municipales, en el que se detallaban desde la casa consistorial hasta el microscopio del veterinario.
UN TOQUE LITERARIO
Durante el verano, se celebró un año más la carrera de “doce horas” de automóviles y motos, que dejó en la prensa imágenes de la carretera de Segovia. También se recogió la actuación por San Roque del niño torero Antoñito Iglesias.

Antoñito Iglesias en El Espinar. La Lidia BNE
En aquel año, los artículos en El Adelantado, firmados por Mariano Gómez Fernández (más tarde conocido como “Jaime Espinar”), recogieron historias entrañables. En uno de ellos, se mencionaba la costumbre de subir a los niños a las andas del Cristo, quizá una de las referencias más antiguas de esta hermosa tradición. En otro artículo, hacía una semblanza de Federico García, un pastor poeta del barrio de Cantarranas, que escribía sus versos en un sencillo cuaderno. ¿Dónde estarán ahora esas páginas? “Déjame con mis ovejas, / con mi zurrón de pellejo, / y mis abarcas de pobre, / trepando por esos cerros”.
Y, para cerrar el año, el Ayuntamiento hizo gala de su dominio del castellano cuando, a pocos días de Navidad, publicó un curioso anuncio sobre unas cabras extraviadas que habían aparecido en el monte, para que su dueño pudiera recuperarlas: “han sido entregadas en esta alcaldía las reses cabrías de las señas que se indican a continuación: dos cabras machunas, una herrera y la otra golondrina oriscana; dos mochas rubias, otra rubia cinchada, otra cardosa, un macho rubio y tres negras”. ¡Insuperable!
¿Sabías que?
En 1925 había diez trenes diarios de El Espinar a Madrid y ocho desde Madrid con parada en El Espinar, sin trasbordo. El trayecto duraba una hora y media.